Escribo esta suerte de columna 0 de este nuevo blog como muchos otres en el mundo, recluido en mi hogar y asediado por toda clase de preguntas, sospechas e inquietudes por el futuro.
En Chile, luego de una revuelta popular que puso en evidencia la violencia estructural de nuestro radical experimento neoliberal, devolviéndonos la esperanza de repensar los principios y los mecanismos en que se puede organizar una sociedad con justicia y dignidad, en medio por cierto de temores históricos por el destino de la bronca liberada y el horror por la brutal y anómica represión policial que se le opuso, nos hallamos ahora, como buena parte del mundo, al menos los que empezamos a subir la curva, suspendidos en una burbuja repleta simultáneamente de preguntas y silencios, donde todo el espectro de la experiencia humana parece ofrecer terreno tanto para la angustia masiva y caótica como para la bien pensante ficción post transformadora.
La zoonosis o “pasaje de la barrera de especies” parece estar en el origen de la pandemia del COVID 19. El desplazamiento de comunidades de animales silvestres a las periferias de nuestros asentamientos urbanos por la deforestación y destrucción de sus hábitats ha facilitado este mestizaje viral que nos tiene contra las cuerdas. También lo ha hecho la explotación industrial de animales domesticados como aves y porcinos en condiciones de hacinamiento, si es que vale el término, y el comercio legal e ilegal de especies silvestres con fines alimentarios o de entretención. Si bien este fenómeno tiene antecedentes que datan de los inicios de la domesticación de la naturaleza por parte de la humanidad, su frecuencia y extensión depende fuertemente en la actualidad de un modelo económico extractivista de recursos naturales de toda clase.
Por su parte, desarrollos tecnológicos asociados a la big data y sistemas de vigilancia remoto basados en reconocimiento facial están siendo utilizados en China para monitorear el contagio del coronavirus y especialmente para corregir actitudes de desobediencia civil frente a la política sanitaria, generando serias dudas en organismos de derechos humanos sobre el uso de información privada de salud con efectos discriminatorios, y lo que es peor, fortaleciendo con nuevas tecnologías un sistema de control ciudadano que ya se acercaba peligrosamente a las imaginaciones distópicas de Orwell y Huxley fusionados.
Mientras tanto, según algunos medios internacionales, Putin aprovecha la atención mundial enfocada en el COVID-19 para tramitar una reforma constitucional que le permitiría ser reelegido en el gobierno ruso por dos nuevos periodos, algo que se repite, con otros mecanismos institucionales perfectamente legales, en Hungría y ahora en Polonia, siguiendo una estrategia que ya veníamos observando desde hace un tiempo, particularmente en América Latina, donde el sistema democrático representativo de cuño liberal es utilizado como mecanismo de legitimación del poder por fuerzas político-ideológicas en estricto rigor antidemocráticas.
Todo esto ocurre en momentos que la actividad artística y cultural, con su quehacer creativo, reflexivo y crítico, entra obligatoriamente en estado de receso, dejando el espacio público en manos de plataformas centralizadas de participación como Facebook, Instagram y Twittter, cuyo apego a los principios de la transparencia informativa y el respeto por nuestros datos privados ha sido transado, en los últimos años, en favor de intereses reaccionarios en múltiples procesos electorales, desde los Estados Unidos de Trump hasta la Argentina de Macri.
No hay muchas razones para ser ingenuo, y sí muchas para agudizar el sentido analítico e inquisitivo, haciendo el máximo esfuerzo por interconectar miradas, diagnósticos e interpretaciones sobre una realidad global que pareciera escapársenos como líquido entre los dedos, al mismo que labramos su dirección con cada acto cotidiano.
El blog que inauguramos aquí, al que hemos decidido llamar FiccionesComunes, busca propiciar un diálogo interdisplinar y multiactoral de aprendizajes, conexiones y muchas preguntas, que nos permita renovar nuestras perspectivas y dudas, fortalecer y profundizar nuestra capacidad de relacionar ámbitos de conocimiento diversos, y especialmente, y esto lo más importante, revitalizar nuestro entusiasmo por los procesos de cambio social.
El momento histórico no es mejor ni peor que otros, más todo indica que es el momento oportuno para abrir todos los espacios de sociabilidad fraterna y crítica que sean posibles.
En Chile, luego de una revuelta popular que puso en evidencia la violencia estructural de nuestro radical experimento neoliberal, devolviéndonos la esperanza de repensar los principios y los mecanismos en que se puede organizar una sociedad con justicia y dignidad, en medio por cierto de temores históricos por el destino de la bronca liberada y el horror por la brutal y anómica represión policial que se le opuso, nos hallamos ahora, como buena parte del mundo, al menos los que empezamos a subir la curva, suspendidos en una burbuja repleta simultáneamente de preguntas y silencios, donde todo el espectro de la experiencia humana parece ofrecer terreno tanto para la angustia masiva y caótica como para la bien pensante ficción post transformadora.
La zoonosis o “pasaje de la barrera de especies” parece estar en el origen de la pandemia del COVID 19. El desplazamiento de comunidades de animales silvestres a las periferias de nuestros asentamientos urbanos por la deforestación y destrucción de sus hábitats ha facilitado este mestizaje viral que nos tiene contra las cuerdas. También lo ha hecho la explotación industrial de animales domesticados como aves y porcinos en condiciones de hacinamiento, si es que vale el término, y el comercio legal e ilegal de especies silvestres con fines alimentarios o de entretención. Si bien este fenómeno tiene antecedentes que datan de los inicios de la domesticación de la naturaleza por parte de la humanidad, su frecuencia y extensión depende fuertemente en la actualidad de un modelo económico extractivista de recursos naturales de toda clase.
Por su parte, desarrollos tecnológicos asociados a la big data y sistemas de vigilancia remoto basados en reconocimiento facial están siendo utilizados en China para monitorear el contagio del coronavirus y especialmente para corregir actitudes de desobediencia civil frente a la política sanitaria, generando serias dudas en organismos de derechos humanos sobre el uso de información privada de salud con efectos discriminatorios, y lo que es peor, fortaleciendo con nuevas tecnologías un sistema de control ciudadano que ya se acercaba peligrosamente a las imaginaciones distópicas de Orwell y Huxley fusionados.
Mientras tanto, según algunos medios internacionales, Putin aprovecha la atención mundial enfocada en el COVID-19 para tramitar una reforma constitucional que le permitiría ser reelegido en el gobierno ruso por dos nuevos periodos, algo que se repite, con otros mecanismos institucionales perfectamente legales, en Hungría y ahora en Polonia, siguiendo una estrategia que ya veníamos observando desde hace un tiempo, particularmente en América Latina, donde el sistema democrático representativo de cuño liberal es utilizado como mecanismo de legitimación del poder por fuerzas político-ideológicas en estricto rigor antidemocráticas.
Todo esto ocurre en momentos que la actividad artística y cultural, con su quehacer creativo, reflexivo y crítico, entra obligatoriamente en estado de receso, dejando el espacio público en manos de plataformas centralizadas de participación como Facebook, Instagram y Twittter, cuyo apego a los principios de la transparencia informativa y el respeto por nuestros datos privados ha sido transado, en los últimos años, en favor de intereses reaccionarios en múltiples procesos electorales, desde los Estados Unidos de Trump hasta la Argentina de Macri.
No hay muchas razones para ser ingenuo, y sí muchas para agudizar el sentido analítico e inquisitivo, haciendo el máximo esfuerzo por interconectar miradas, diagnósticos e interpretaciones sobre una realidad global que pareciera escapársenos como líquido entre los dedos, al mismo que labramos su dirección con cada acto cotidiano.
El blog que inauguramos aquí, al que hemos decidido llamar FiccionesComunes, busca propiciar un diálogo interdisplinar y multiactoral de aprendizajes, conexiones y muchas preguntas, que nos permita renovar nuestras perspectivas y dudas, fortalecer y profundizar nuestra capacidad de relacionar ámbitos de conocimiento diversos, y especialmente, y esto lo más importante, revitalizar nuestro entusiasmo por los procesos de cambio social.
El momento histórico no es mejor ni peor que otros, más todo indica que es el momento oportuno para abrir todos los espacios de sociabilidad fraterna y crítica que sean posibles.